A día de hoy el hilo musical que suena mientras hacemos la compra, se ha convertido en un elemento indispensable que no es tan superficial como puede parecer. La música que suena en los centros comerciales «rellena» el silencio ambiental, nos hace más llevadera la estancia y sobre todo, nos hace sentir bien, a gusto, y ese bienestar nos incita a comprar: la persona feliz se convierte así en un cliente feliz, que no compra tanto basándose en sus ideas o pensamientos, sino en su estado emocional inmediato.
Estos efectos sobre el consumidor están más que asumidos y ya nadie los pone en duda, no, lo que se estudia ahora es qué efectos se deben potenciar y cuáles no a fin de aumentar las ventas. El psicólogo David Hargreaves lo explica así:
Según la mayoría de la gente, el tiempo vuela cuando te estás divirtiendo… pero si te gusta la música y te concentras en ella, el tiempo pasa más lentamente. La música que no te gusta hace que el tiempo se contraiga y la música hace que la percepción del tiempo aumente. Al vendedor se le plantea un dilema: ¿es preferible utilizar la música para hacer más agradable la tienda o para hacer sentir a la gente que el tiempo pasa rápidamente?
Pero este mismo abuso del uso de música ambiental, está provocando paralelamente en nosotros, los consumidores, un nivel cada vez más intenso de insensibilización a la misma.
Es por ello que algunas empresas han optado por potenciar la escucha activa de sus hilos musicales, haciendo que la clientela asocie una determinada banda sonora o estilo musical a sus firmas o locales.
En España podemos observar múltiples ejemplos de personalización musical en los comercios atendiendo a su tipo de clientela habitual, método de venta o estrategia comercial.
Las tiendas como Berskha o Stradivarius, entre otras, apuestan por temas disco actuales puestas a un elevado volumen, y es que sus principales clientes suelen ser chicas de entre 18 y 25 años que se encuentran cómodas y «en su salsa» al hacer sus compras mientras tararean o se mueven (algunas más disimuladamente que otras) al ritmo del «temazo» de turno. Este tipo de estrategia, sumado al ambiente, decoración y estilo del personal de la tienda, realmente parece funcionar para asegurar las ventas, y es que lo que cuenta al final no es llevarte un vestido u otro, sino llevarte algo e irte de la tienda satisfecha con tu compra y animada.
El Corte Inglés, por su parte, cambia por completo el estilo musical en sus tiendas apostando por música sosegada, normalmente clásica, jazz, blues o ambiental, y a bajo volumen para que permita efectuar sin problemas su método de ventas característico, que se basa en crear un clima relajado para el cliente y en el asesoramiento personal por parte de sus dependientes sin que haya otras fuentes de distracción directas.
En otro ámbito se mueven Zara y H&M por ejemplo, que apuestan por estilos musicales con ritmo pero elegantes. Temas R&B o de pop ambiental son los reyes en estos locales y es que incitan a su clientela a comprar al ritmo de canciones que transmiten la misma filosofía que su ropa, que resulta moderna y de buen gusto, pero a precios populares.
Y como ejemplo de personalización extremo, pondremos a Niketown, la supertienda de Nike en Estados Unidos, cuyas bandas sonoras están compuestas por el sonido de pelotas de baloncesto y tenis botando, lo cual no puede ser más representativo de la firma ni más insinuante para hacer que sus clientes deseen comprar esas magníficas zapatillas con las que poder ir a practicar deporte lo antes posible.
Como vemos, la música crea, casi sin que nos demos cuenta, el ambiente de ventas idóneo para que éstas aumenten, así que la próxima vez que escuchemos villancicos en noviembre en nuestro centro comercial predilecto, no nos sorprendamos, su reproducción prematura va ligada a algo más que al espíritu navideño…