«Si no puedes enseñarme a volar, enséñame a cantar«
J.M Barrie.
Es indudable que la música provoca un efecto, podríamos decir, «mágico» en todos los seres humanos. Esto nos ocurre durante toda la vida, pero es especialmente crucial la influencia que causa durante nuestros primeros años de existencia, cuando ésta resulta en un vehículo idóneo para nuestro desarrollo en múltiples niveles: cognitivo, social, emocional, afectivo, motor, del lenguaje, así como a nivel de capacidad de lectura y escritura.
Los niños interpretan y sienten la música incluso a un nivel superior que los adultos, adoptando su comprensión en pensamiento y cuerpo a partes iguales. Va todo unido, y es por ello que, para expresar sus sensaciones ante la música, lo hacen con todas las partes de su cuerpo.
Por dicha razón, es esencial que los adultos sepamos aprovechar esta relación tan especial con vistas a sacar el mejor partido para el desarrollo de nuestros pequeños.
Ritmos para cada momento
La música debe ser, en todo caso, una relación consentida y de carácter lúdico, evitando plantearla como algo obligatorio, lo cual podría causar rechazo hacia la misma.
Igualmente, es importante saber qué tipo de música escoger en cada situación de aprendizaje, diferenciando entre ritmos movidos o lentos.
La música movida resulta especialmente adecuada para gestionar estados de actividad, nerviosismo o inquietud, haciendo que el pequeño descargue tensión y satisfaga la necesidad de moverse y mantenerse activo.
Por otro lado, la música de ritmos más lentos es ideal para condicionar un estado de relajación y tranquilidad, ya que incita al control de la actividad física e induce un balanceo suave que normalmente facilita el estado de calma y sueño.
El baile, un hobbie práctico
Atendiendo a estas pautas, podemos establecer un sistema de desarrollo psico-motriz de nuestros hijos cuya principal herramienta sea la interacción música-baile, con la que podremos obtener múltiples ventajas:
- Mejorar la coordinación de movimientos.
- Controlar el propio cuerpo.
- Desarrollar la creatividad.
- Aceptación y adopción de rutinas (asociar distintos tipos de música a determinadas actividades como la alimentación, la hora de dormir, el dibujo, etcétera, ayuda a establecer rutinas de vida y disciplina).
- Fomentar la sociabilidad.
- Mejora del lenguaje.
- Mejora de la memoria.
- Mejora de la inteligencia emocional (a través de distintos tipos de canciones los niños aprenden a sentir, reconocer y manejar emociones diversas como la alegría, la tristeza, etc).
- Estimular su inteligencia numérica a través del conteo de ritmos.
En definitiva, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos, que la música resulta fundamental para obtener respuestas positivas en los niños, y de ahí su importancia en todas las fases del desarrollo infantil. Es por esto que recomendamos su introducción como herramienta lúdica en el mundo del aprendizaje, tanto de la mano de los educadores como de los padres.